He escuchado innumerables métodos para quitar garrapatas: Pinta una garrapata con esmalte de uñas y se desprenderá del perro para evitar que se asfixie. Toca el cuerpo de la garrapata con una cerilla recién apagada para que se desprenda. Tira mientras giras la garrapata en sentido horario. ¡No, tira mientras giras en sentido antihorario! Todas estas tácticas son ineficaces; ¡no uses ninguna!
En realidad, es bastante sencillo: intenta sujetar bien la garrapata, lo más cerca posible de la piel del perro, y tira de ella hacia afuera. Ojo, dije simple, no fácil. Las garrapatas son diminutas. Tu perro podría retorcerse. Si su pelaje es grueso, podría ser difícil aislar la garrapata. También podrías acabar tirando de su pelo o verte obstaculizado por él.
Y si tienes los dedos gruesos, corres el riesgo de aplastar la garrapata al tirar, lo que puede resultar en que el contenido de la boca y las entrañas de la garrapata se introduzca en tu perro. ¡Ay! ¡Eso aumenta la probabilidad de infectar a tu perro con cualquier espiroqueta portadora de enfermedades que la garrapata pueda albergar!
Las pinzas pueden ser más efectivas que los dedos, pero también representan el riesgo de aplastar la garrapata y escupirle la saliva, potencialmente llena de patógenos, al cuerpo de tu perro. En su lugar, usa una herramienta para sacar garrapatas con una ranura en forma de V. Desliza la herramienta entre la piel de tu perro y el cuerpo de la garrapata, encajando este último en la ranura más estrecha de la herramienta. Cuando sientas que la garrapata está bien alojada en la ranura, tira de la herramienta hacia arriba y ¡zas! La garrapata sale de inmediato.
QUÉ HACER DESPUÉS DE QUITARLA
Después de quitar la garrapata, limpie la zona de la picadura con agua y jabón, agua oxigenada o alcohol. Limpiar la herida, por pequeña que sea, reducirá el riesgo de una infección bacteriana secundaria.
Programe análisis de sangre para detectar enfermedades transmitidas por garrapatas. La mayoría de las enfermedades transmitidas por garrapatas tardan varias semanas en detectarse en los análisis de sangre, por lo que no es necesario llevar a su perro al veterinario a menos que comience a mostrar signos clínicos de enfermedad. Los más comunes incluyen fiebre, letargo y cojera.